Se trata de examinar nuestra conciencia en oración ante Dios. "Ten piedad de mí, oh, Dios, en tu bondad, por tu gran corazón, borra mi falta. Que mi alma quede limpia de malicia, purifícame tú de mi pecado" (Sal 51, 3-4) Se empieza por reconocer nuestra culpa con seriedad para después ir a la confesión con toda confianza en el perdón de Dios.
Es muy provechoso hacer examen de conciencia frecuentemente y también, con toda humildad, reconocer que necesitamos confesarnos. "Si nos examináramos a nosotros mismos, no seríamos juzgados." (1 Cor. 11, 31) Lo puedes hacer en un lugar tranquilo, preferiblemente ante el sagrario, para orar.
Dios es un Padre amoroso que nos hace ver el pecado para darnos la gracia del arrepentimiento y perdonarnos. Él nos quiere libres. "Ojalá escuchen hoy la voz del Señor, no endurezcan su corazón (Hb 3, 7-8). Por eso, después del examen de conciencia y la confesión debemos hacer el firme propósito de no volver a pecar.
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