La vida cristiana es don y tarea. Dios nos bendice con abundantes dones y talentos que no tienen otro sentido que multiplicar las oportunidades de vida digna para muchas personas. Dios nos da sus bendiciones para que aprendamos a compartir su amor.
La dinámica de la acumulación y el acaparamiento no es conforme al espíritu del Evangelio. Los viñadores se ubican como si fueran dueños, olvidando que son administradores obligados a rendir cuentas al único dueño.
A la luz de la evidente división social en que nos hemos dejado encerrar, tenemos que aprender a sumar en lugar de restar, a multiplicar en lugar de dividir.
Desde la óptica creyente, Dios Padre nos bendice con sus dones para que generosamente aprendamos a reconocer su presencia en cualquier persona en condición de necesidad. Las divisiones políticas, los prejuicios y estereotipos no deben prevalecer sobre la convicción de pertenencia a una sola familia humana.
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