Reflexión del Evangelio, Quinto Domingo de Pascua, 18 de Mayo, 2025
- Fr. Tarcisio
- hace 29 minutos
- 1 Min. de lectura

El cristianismo, en sus inicios, no tenía templos o iglesias. Las primeras comunidades, como lo relatan los Hechos de los apóstoles, se reunían en las casas, o en algún lugar abierto, para la fracción del pan, para escuchar la enseñanza de los apóstoles (el evangelio) y para orar. Fue hasta después del año 313, cuando el emperador Constantino, cos su Edicto de Milán otorgó libertad de culto a los cristianos y, posteriormente, tomó medidas para unificar la doctrina cristiana a través del Concilio de Nicea.
Estos datos nos indican que la identidad cristiana no proviene solamente de un edificio donde nos congregamos, o del nombre o denominación bajo el cual nos presentamos, o de los signos externos que portamos, sino de la vivencia de los mandamientos, y especialmente, el mandamiento del amor: “En esto conocerán que ustedes son mis discípulos, si se aman los unos a los otros.
Hoy también tenemos la tarea de ser reconocidos como miembros de Cristo, no por los signos externos, o el tamaño de los edificios donde nos congregamos, sino por la manera en que vivimos nuestra fe. Una fe vivida y compartida, en medio de las alegrías y tristezas, los triunfos y las caídas de la vida.
P. Tarcisio
Comentarios