Este V Domingo de Pascua, a un mes de haber celebrado y vivido el misterio central de nuestra fe… La liturgia nos invita a permanecer unidos al Señor, alimentándonos de su Palabra y de su Vida (de su savia), para dar abundantes frutos como una frondosa parra, como los sarmientos de la parábola… es decir, como verdaderos discÃpulos.
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 San Juan Evangelista nos motiva a una permanencia tal con El Resucitado, que sea capaz de reproducir obras de amor, como el fruto jugoso de la Vid cuidada y protegida por Dios mismo, que es el viñador. Se trata de una permanencia que va más allá de lo afectivo y emocional… Es una permanencia practica y eficaz basada en la Ãntima comunión de vida.
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 Permanecer en Cristo, como el sarmiento a la vid, también implica someternos a las tijeras de Dios que poda en nosotros todo aquello que impide el crecimiento, la floración y la producción de fruto. Ser estable en la relación discÃpulo-maestro no implica estar quietos sin modificar nada, sino mas bien implica involucrarnos, comprometernos y perseverar en la fe, la esperanza y el amor a Dios y al prójimo.
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